Finalmente alguna cosa sucedió y de repente estábamos ejecutando... Primero el sueño, después la planificación... y sin casi darnos cuenta (dos años después) empezábamos a "accionar". La función de activación llegó al umbral deseado, por fin era el momento, y una sensación de vértigo flotaba en el aire -como un gas espeso- que se diluía cuando cruzábamos miradas con los demás.
El karabirdt estaba vivo, un pequeño drone proyectaba telarañas inteligentes que se reagrupaban y proponían nuevas asociaciones a medida que se completaban las tareas, todos en la habitación sonreían, era la primera vez que podían mostrar el proceso a tiempo real fuera de un monitor.
Después de la demo, el grupo de investigadores chilenos salió al exterior, acompañado por el amfitrión, el director del laboratorio DHARMa y otros estudiantes que habían llegado por el programa de intercambió. La convergencia estaba a punto de terminar y el proyecto de una red de conocimiento ecocéntrico empezaba a tomar forma. Estaba Valdivia, Santiago, Mendoza y Buenos Aires con hacklabs, makerspaces y demás satelites en Brasil y Perú. También contábamos con algunos investigadores becados por diferentes organizaciones nacionales e internacionales, por lo que Los Laboratorios de la Cordillera empezarían a gestionar recursos públicos. Hasta ahora la financiación venía por el know how y los desarrollos que la red de laboratorios ofrecía a diversas empresas, a través de un convenio con B Corps Lationamerica.
Ahora el sistema empezaba a creer e invertir en el proyecto.
Braaavo! Tiki tiki tik.